"My name is... I'm ... years old. I have a (pet) named.... and a (toy)".
Empecé la ronda con los más avispados, esos que son los Hermione Granger que todo docente ama tener: los que son capaces de dislocarse un hombro al estirar la mano lo más alto posible con tal de que les pregunten. Fui mechando con los menos atentos, los que aprovechan que hacemos actividades orales para jugar o pegar figuritas en un álbum o hacer dibujos (sí, esas conductas empiezan con la escolaridad formal), hasta que le tocó el turno a M. Para que me entiendan, M es la niña de mis ojos; vive y se cría con sus abuelos y tía y es mi fan número uno. Habla como yo, gesticula como yo, me roba el saco, la boina y la bufanda y anda disfrazada de Miss Mariana por toda la escuela y cuando le preguntan qué quiere ser cuando sea grande por supuesto que dice "señorita de inglés". Tengo miles de anécdotas protagonizadas por esta princesita, pero me llevaría miles de caracteres contarlas. Además, lo que nos atañe es el diálogo que transcribo a continuación.
El diálogo fue el siguiente:
—My name is M, I'm 6 years old. I have a dog named...—se rió, se puso colorada y bajó la vista.
—What's your dog's name, M?— pregunté yo.
—Miss Mariana. Me la regalaron el día del niño y le puse así para no olvidarme nunca de vos— y se volvió a reír, todavía más colorada.
Y yo casi morí de amor, porque si bien yo sé que me toma como modelo y que me quiere un toco, no era algo que una pudiera esperar o imaginarse. Los que me conocen podrán opinar que más que un caniche soy un galgo o un mastín napolitano dado mi rodado, pero bueno, ya saben, si un día paseando por una plaza ven a un caniche blanco al que le gritan "Miss Mariana, vení para acá", sepan que la criatura no está loca sino que se trata de la distinción más dulce que alguien me podía dar.