En mi casa acá de Posadas, tengo los recuerdos materiales de mi infancia, es decir, los libros, muñecas, barbies y demás de cuando era chica que mi madre extraditó de la suya para hacer lugar. Siempre he sido la mar de apegada a mis objetos y siempre me ha costado mucho desprenderme de ellos. Pero hoy, por primera vez, sentí la necesidad de empezar a dejarlos ir. Entre las cosas que tenía, había tres Barbies originales en cajas cerradas que me compré hace 13 años cuando fui a Disney. Ya, a los 15 seguía jugando con Barbies y estas me salieron 5 USD, que por ese entonces eran 5 pesos. Nunca las abrí, jamás las toqué, las tenía guardadas para mi hija imaginaria futura. Esta mañana, me levanté y oí a las nenas de primer piso jugando abajo. Mientras trabajaba corrigiendo prácticos de mis alumnos, seguí oyendo sus risas infantiles y me decidí: fui a donde estaban las muñecas, las agarré y bajé. Llamé a las madres y les expliqué esto. Las nenas me miraban con ojos brillosos y expectantes (