En un intento por visualizar puntos a favor y en contra sobre lo que es mi vida en la actualidad (o mejor dicho, sobre quién soy hoy por hoy), decidí hacerle caso a alguien y armé en Word una lista con lo que me gusta de mí y con lo que no.
La lista de los no tiene 25 dantescos integrantes.
La del sí... titila la barrita del cursor hace 10 minutos y aún no escribo nada...
¡Cacho! ¡Pasame la cicuta!
Cuando pinte alguna musa (o muzza) caerá un toque de inspiración (o queso) por acá...
Los supervisores
viernes, 26 de abril de 2013
Hacé una lista dijeron...
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Mariana
a las
3:03
1 centímetros para la jirafa
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Tiene que ver con
lista
domingo, 7 de abril de 2013
Let go
En mi casa acá de Posadas, tengo los recuerdos materiales de mi infancia, es decir, los libros, muñecas, barbies y demás de cuando era chica que mi madre extraditó de la suya para hacer lugar. Siempre he sido la mar de apegada a mis objetos y siempre me ha costado mucho desprenderme de ellos. Pero hoy, por primera vez, sentí la necesidad de empezar a dejarlos ir.
Entre las cosas que tenía, había tres Barbies originales en cajas cerradas que me compré hace 13 años cuando fui a Disney. Ya, a los 15 seguía jugando con Barbies y estas me salieron 5 USD, que por ese entonces eran 5 pesos. Nunca las abrí, jamás las toqué, las tenía guardadas para mi hija imaginaria futura.
Esta mañana, me levanté y oí a las nenas de primer piso jugando abajo. Mientras trabajaba corrigiendo prácticos de mis alumnos, seguí oyendo sus risas infantiles y me decidí: fui a donde estaban las muñecas, las agarré y bajé. Llamé a las madres y les expliqué esto. Las nenas me miraban con ojos brillosos y expectantes (me juego que son las primeras Barbies originales que tienen). Las madres no lo podían creer, las nenas tampoco; se sortearon las cajas y ahora las puedo oír jugar y reírse y descubrir sus nuevas pertenencias felices. Y yo me siento feliz de poder desprenderme de cosas sin que me duela, y que se vuelvan sonrisas en mis vecinitas.
Entre las cosas que tenía, había tres Barbies originales en cajas cerradas que me compré hace 13 años cuando fui a Disney. Ya, a los 15 seguía jugando con Barbies y estas me salieron 5 USD, que por ese entonces eran 5 pesos. Nunca las abrí, jamás las toqué, las tenía guardadas para mi hija imaginaria futura.
Esta mañana, me levanté y oí a las nenas de primer piso jugando abajo. Mientras trabajaba corrigiendo prácticos de mis alumnos, seguí oyendo sus risas infantiles y me decidí: fui a donde estaban las muñecas, las agarré y bajé. Llamé a las madres y les expliqué esto. Las nenas me miraban con ojos brillosos y expectantes (me juego que son las primeras Barbies originales que tienen). Las madres no lo podían creer, las nenas tampoco; se sortearon las cajas y ahora las puedo oír jugar y reírse y descubrir sus nuevas pertenencias felices. Y yo me siento feliz de poder desprenderme de cosas sin que me duela, y que se vuelvan sonrisas en mis vecinitas.
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