Los supervisores

lunes, 29 de septiembre de 2014

Dos meses...

En exactamente dos meses estaré cumpliendo treinta. Ay. Suena tan terrible el número. Suena como una alarma de auto en medio de la noche, como un trueno en medio del plácido sueño.
Una va por la vida cumpliendo años y de golpe llegan los veintinueve y se da cuenta de que es el último "veinti" que va a tener, que si ya la "señorean" a esta edad, pasado ese número será una geronte, que más vale esté casada y tenga un par de críos o se arma. ¿Qué se arma? La vida señores, la vida de gente "ADULTA".
Es como si después de esa cifra ya no quedaran más espacios para las irresponsabilidades y dilataciones en las decisiones. O te casás o te separás; o te recibís o te olvidás; trabajás o trabajás... Igual, me vengo haciendo un toque la boluda... es como si fuera caminando por la calle y hubiese alguien que me siguiera los pasos; agarro fuerte la cartera, subo el volumen del auricular y le meto pata al paso, pero la presencia sigue. En exactamente dos meses, me va a tocar el hombro y no me va a quedar otra que darme vuelta y preguntarle qué quiere... Y me va decir que el tiempo no es un chicle y que ponga las pilas.
Igual, aunque me haga la sota, algo anduve haciendo. Cambié de laburos, restringí los puchos y volví al vapeo y voy, de a poquito, acomodando mi vida en los cajones del placard de la adultés. La idea sería que el placard ese no fuera un armatoste de quebracho que te ocupe todo el espacio de la habitación, sino un mueble re cool, patinado y decorado con decoupage. Veremos, veremos...