Los supervisores

viernes, 15 de julio de 2011

Las altas que odio

Como habrán podido notar por el título del blog y por algunos otros posts, soy alta, mucho, y hoy quiero referirme a cierta clásificación dentro de nuestra elongada elite. Cabe mencionar que no todas las minas altas somos iguales y que considero clasificables altas a todas esas minas que pasan el metro ochenta (mis uno ochenta y cinco me habilitan para referirme al tema). Básicamente hay dos clasificaciones: las altas "Siam" y las "Modelito".

Las Siam son como yo: grandotas, con estrucura ósea amplia y que si engordan un poco se terminan pareciendo a la heladera que nos denomina o a Agustín Pichot. Somos nosotras las que sufrimos el estigma de la altura, porque por lo general si tienen lolas parecen un sargento y si no las tenemos, somos a menudo confundidas con travestis, que es lo peor que te puede pasar, porque toda tu mujeritud te hace sentir disminuida. En un promedio de una vez al mes paso por esta situación, y les puedo asegurar que de gracioso no tiene nada. El lado amable es que podemos intimidar a la persona que lo dijo e insultarlo desde arriba, pero sin embargo, para adentro, una se estruja como una carilina mojada. También por lo general somos las que en recitales y boliches salimos a defender a nuestras amigas de los avances de borrachos o las rescatamos de los pogos. Venimos a ser las patovicas oficiales de las juntadas.

Las Modelito, por otro lado, son las altas que odio. Son las Dolores Barreiro o Gisel Bündchen de la vida, largas, finitas y elegantes, con proporciones armoniosas y estructura ósea de sílfide; todo lo que un hombre se imagina cuando piensa en su fantasía de altura. Cintura, piernas largas, todo les queda bien y si tienen lolas o no, no importa. Aunque se pongan una bolsa de consorcio va a parecer que se enchufaron el último diseño de Alexander McQueen. Parecen Veelas, elfos o las hijas dilectas de Galadriel y a su paso los suspiros las persiguen. Son la amiga linda que ninguna quiere tener porque se queda con todos, las que logran que los autos frenen y que hasta el más tímido e impensado de los flacos suspire por ellas.

Perras...!

sábado, 2 de julio de 2011

Como un suspiro

Hace ya seis meses que ando pululeando por Buenos Aires, y como todo, pasó el tiempo como pedo en una canasta. También pasó el buscar casa, ahora vivo en un depto muy potable y tengo roomates copadas, de esas que te cuidan cuando tenés gripe. Pasó (¿pasó?) un amor, que dejó sus cosas buenas y malas, como todos los amores. Además pasó el buscar laburo, aunque ahora se viene la renovación de contrato. Pero como todo, también va a pasar y llegarán nuevas cosas.
Pero lo que también pasa es que empiezo a sentirme como en casa; soy amiga de los chinos del súper de al lado y del peruano que vende la verdura; del quiosquero veinticuatro horas y saludo coordialmente a los vecinos y hasta hablo del clima. También conozco al señor de la boletería del subte que me deja pasar sin pagar la mayoría de las veces. Voy conociendo gente y de a poco armo un nuevo círculo, aunque sigo manteniendo mi autismo selectivo y me guardo en casa la mayoría del tiempo (tener tres laburos logra que eso suceda seguido). Pero también, sobre todo ahora que la desnoviación me deja tiempo libre, empezaré a recorrer un poco más y a aventurarme a lugares "loquísimos" como La Plata, El Tigre o la reserva ecológica. Y mientras, espero poder comprarme pronto un oboe, instrumento que sueño tocar desde siempre y que ahora puedo.
¿Me quejo? Sí, de todo, soy Miss Ñañas, pero eso viene incluido en este pack XL, y disfruto de mi vida nueva, de la que estoy segura, todo esto que pasa o pasó, es sólo el comienzo.