Hacer sin saber
A los 25 años, cuando me recibí de traductora, ante la premura de conseguir trabajo y el requisito ineludible de ejercer la docencia para poder hacer la licenciatura que cursaba en ese entonces, empecé a dar clases de inglés. Cierto es que jamás había querido ser docente y justamente por eso había estudiado el traductorado. Solía repetir por aquel entonces frase como: «El primer día mato un pibe y me rajan» o «Les voy a poner uno a todos ni bien me discutan algo» o «Tengo menos paciencia que un velociraptor bebé». De hecho, en la clase de orientación vocacional de la secundaria, dudaba un poco a la hora de decidir qué querría hacer en el futuro hoy por hoy presente, pero la birome podía volcar sin vacilar en la columna del jamás: Docente. Pero, a mi pesar, la vida me echó en cara eso de «de esta agua no has de beber» y mi primer trabajo fue en un colegio privado de mi barrio. El profesor viajaba a Buenos Aires por temas familiares y necesitaban a alguien que enseñara todos sus cursos ...