Los supervisores

viernes, 6 de mayo de 2016

Vendaval

A mí los amores no me llegan lentos y pausados, en base a un conocimiento paulatino de la otra persona; me llegan y ya, así como de sopetón. Explicándome, digamos que a mí me tumban como una suerte de sudestada, vienen con tormenta de polvo, presión variable, temperatura rara, se me revolucionan las aguas, se me mezcla todo y no sé para donde correr a esconderme. Bah, sí sé. Me escondo en la friendzone. Básicamente: cuando alguien me gusta, me pega en los ojos una mirada furtiva y fui, a partir de ahí es todo lucha y esfuerzo por lograr ser notada. Pero, para mi desgracia, tengo menos potencial de levante que una papa y lo que termina pasando es que me vuelvo amiga. Pero amiga amiga, ¿eh? Tipo, de la que te pregunta onda tu teje nuevo, tu ex que te pica la oreja o la fulana equis con la que matcheaste en Tinder.
Esa soy yo... Creo que tengo tanto miedo al rechazo que me aseguro de ser lo suficientemente copada como para que me incluyan en sus vidas sin arriesgarme demasiado a que me digan que no y no me dirijan más la palabra.
Ojalá supiera como revertirlo... estaré expectante a ello. Mientras, marche un préstamo el FMI para repavimentar las avenidad de Friendzoneville, la ciudad donde vive mi corazón.

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