Los supervisores

jueves, 10 de mayo de 2012

Hay que exocisar la puerta (y la cabeza de la dueña)

Hace más o menos un mes perdí las llaves de mi casa. Llamé a un cerrajero. Rompió la puerta y la cerradura. Me quiso cobrar 1650 pesos. No le quise pagar. Me amenazó durante dos horas. El seguridad del edificio le dio la razón porque le tenía miedo. Arreglamos por 800. El chabón era un delincuente, las denuncias en defensa del consumidor con el mismo modus operandi lo confirmaron.
A raíz de esto, hoy tengo tres juegos de llaves: uno que me cuelgo al cuello, otro en la cartera y otro en la alacena, que pronto irá a la casa de una amiga. Hoy, luego de un largo día de trabajo, decidí regalarme el no cocinar y llamé a los chinos. A la media hora, suena el timbre. Me cuelgo la llave al cuello y salgo sin cerrar. En eso siento que Irma estaba haciendo juego con sus llaves. Para evitar que pudiera meterse en casa a chusmear (sí creo que es de esas y sí, por lo general, la puerta se abre sola) quise cerrarla. Oh sorpresa, otra llave estaba del lado de adentro. Sale Irma; para evitar que me hable, intento meterme a toda raja en el ascensor, pero es tarde, entra conmigo. 
—¿Cómo está tu mamá?
—Bien —a lo seco, tajante—; ya se fue.
—¿A dónde?
«A dónde no te importa; lejos de vos, versión stalker de la vecinita de enfrente» pienso, pero no lo digo.
—A Misiones.
—Ah...¿ustedes...?
Llega el ascensor a planta baja, salgo corriendo, abro la puerta y le pago al delivery del chino.

Le pido un destornillador, un cuchillo, un clip, un algo al portero. No tiene. Subo rápido al cuarto, le toco el timbre al plomero que desde que me mudé me tiene que destapar el resumidero del baño y el inodoro. Milagrosamente está. Me da el destronillador. Subo. Le pego a la puerta un par de patadas a lo Kill Bill. Nada. Le vuelvo a pegar. Otra vez nada. Soreta, cuando estoy adentro sin llave se abre siempre. Mi puerta me odia. Empiezo a hacer jueguito con el destornillador. Al tercer intento cae la llave. Abro. Dejo el delivery. Bajo al cuarto. Le doy el destornillador al plomero. Lo conmino a que vaya el viernes sin falta (palabra de plomero, vale lo mismo que mis patadas a la puerta). Subo. Entro. Cierro con llave. Mis arrolladitos primavera siguen crujientes. Victoria.

¿Victoria?

Decido darme el baño de inmersión que me prometí cuando vi el depto en febrero. Preparo todo. Llevo vino, puchos, libro, pongo Marisa Monte. Relax por una hora hecha una jirafa en consomé.
Me doy una ducha para sacarme la espuma. Canto. Salgo. Piso mojado; no es nada, siempre se moja, lo secará el viento. Pongo un pie fuera del baño. El piso sigue mojado. Miro el ambiente único. Agua, agua y más agua. Mi monito queda en Waterworld. Encremada y oliendo a fresias, levanto cables, cajas, libros, alfombra, caloventor, etc., etc. Una hora después y ya sin olor a fresias ni ganas de bañarme de nuevo escribo esto.

Un brindis por mi cabeza que me hace apurarme por miedo a Irma. Un brindis por el plomero que no me destapa la rejilla ni me arregla la carga de agua del inodoro y por eso se me inunda el baño. Vivo sola. Me la banco.

3 comentarios:

Lonicera dijo...

Sos increíble! Yo me estaría tirando de los pelos.
Caroline

macarena* dijo...

JAJAJAJAJAJAJAA genial!!!!!!!!!!!!!
un beso!

Mariana dijo...

Loni: cada tanto me baja la onda zen... suerte la mía que ese día de furia se le ocurrió aparecer o le clavaba el destornillador en la frente al plomero y a la Irma.

Mac: "güelcom"