Los supervisores

martes, 19 de noviembre de 2013

Hablá más fuerte que no te escucho...

Mi queridísimo camarada de altura creado por García Ferré tenía la posta y su conocido latiguillo expone un molesto inconveniente que solemos atravesar las gentes de largas patas: no escuchar cuando alguien más bajo habla. En innumerables ocasiones me ha sucedido estar en un grupo compuesto en su inmensa mayoría por gente de estatura promedio y que allá abajo la conversación sea de lo más divertido y tener que agacharme para poder enterarme de qué pasa o que estén secreteando, preguntar de qué hablan y que el que esté más cerca tenga que estirarse para contarme a quién cuerean, ocasionando de este modo que, si ese cuereado estaba en las cercanías, pudiera percatarse de que algo pasa. Se repite esto en los boliches, cuando el volumen de la música hace imposible la comunicación, mi elevada cabeza jamás se entera de que las amigas van al baño y de golpe se ve parada sola en medio de la multitud. Pero sin dudas, el más claro ejemplo me sucedió el jueves pasado: fui con una amiga a mirar vidrieras y entré a una negocio. Cuando salí la busqué con la mirada y como no la vi, seguí mi camino. A las tres cuadras siento que gritan mi nombre, me doy vuelta y la veo venir corriendo, sacando humo con sus pequeñas piernecillas, tratando de alcanzarme. Aparentemente, había estado todo el tiempo a mi lado e incluso me habló, pero como su boca estaba más abajo, no la oí y la tuve corriendo atrás mío el resto del trayecto. De igual forma, llegamos a un acuerdo, yo voy a tomar más en cuenta lo que pasa allá abajo y ella se preocupará por hablar hacia el "allá arriba", omitiendo la pregunta de si hace frío o no.

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