Los supervisores

sábado, 27 de octubre de 2012

Recambio estacional

Finalmente el de arriba se puso la musculosa y declaró que llegara el verano a la CABA. Así que este fue un sábado de orden y progreso departamental: puse una red en la ventana para que Barrel no se escape (o para jugar un fulbito, nunca se sabe); guardé la ropa de invierno y saqué la de verano (que es mucha más; ese bolso parecía el cuento de la buena pipa); limpié hasta la última lagaña de los recovecos de mi casa y di por inaugurada la temporada de tereré 2012 en Capital (de agua como manda el Rey). 
Oficialmente, empieza la época del año en la que yo, misionera hecha y derecha, criada en patas y en cuanta piel pueda mostrarse, la paso mejor. Ahora sí que limpiar el baño y lavar los platos pasa a ser un placer y no un suplicio: en verano, al misionero, le da gusto mojarse, sea cual sea la excusa; y la comida también pasa a segundo plano; ¿quién puede tener hambre cuando hacen 40 ºC a la sombra?
Bienvenido el calorcito; ya me reiré de la gente pegada a la baldosa por su poca tolerancia a las altas temperaturas, chorreados como si fueran velas de mala calidad, mientras yo, contenta con mi termostato ajustado, ando como pez en el agua, o como beduino en el desierto, lo que más les guste.

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